Venezuela, fuga de cerebros
el-nacional.com
La emigración de venezolanos altamente calificados es un fenómeno que se ha hecho común en los últimos años. Científicos, médicos, profesionales de la industria petrolera y empresarios protagonizan una diáspora hacia otros países, a donde van huyendo de la inseguridad y de la inestabilidad política y económica.
A mediados del año pasado, el médico Freddy Rodríguez vivió una experiencia que le hizo cambiar el rumbo de su vida. Estaba dentro de su automóvil, esperando que avanzara una cola, cuando un hombre lo amenazó con un arma y le robó todas sus pertenencias y su confianza en que pudiera seguir viviendo en el país. Ese episodio le sirvió para tomar la decisión de irse al extranjero y abandonar Venezuela definitivamente para hacer su vida en otra parte. "Mientras me atracaban, nadie prestó atención a lo que me pasaba. Así como me robaron, igual hubieran podido matarme".
En cuestión de semanas obtuvo empleo en España, país en el que había estado en 2006, en Barcelona, para cumplir una pasantía del posgrado en Traumatología del Hospital San Juan de Dios de Caracas.
"Entonces, yo no pensaba en emigrar, porque todo mi proyecto de vida estaba en Venezuela". Firmó un contrato para comenzar a trabajar, a finales de enero, en Morón de la Frontera, Andalucía.
Rodríguez empaca sus cosas mientras finiquita los trámites de la visa de trabajo, pues tiene fecha de viaje para finales de mes. "En España hay un déficit de médicos, porque muchos profesionales se van a otros países europeos donde pagan mejor. El sitio adonde voy es un pueblo pequeño, muy distinto a una gran capital. Yo estoy claro que no voy a hacerme rico, sólo voy a vivir mejor, sin la angustia de perder la vida al salir a la calle. Un médico gana allá un mínimo de 3.000 euros (4.385 dólares), mientras aquí apenas devengamos el equivalente a 400 euros (584 dólares)".
El presidente de la Federación Médica, Douglas León Natera, afirma que el caso de Rodríguez no es una excepción, sino que se ha hecho algo cotidiano. "Todas las semanas firmamos entre 10 y 12 cartas de reciprocidad, un compromiso de cooperación entre los gremios médicos de otros países y de Venezuela".
De acuerdo con datos de la FMV, en los últimos dos años se han ido del país al menos 2.000 médicos, una cifra equivalente a la suma de los que egresan anualmente de todas las universidades. "Más de 1.200 médicos venezolanos han solicitado su ingreso al colegio de médicos español en los últimos cuatro años. También se van a Estados Unidos, Portugal, Australia y Canadá", añade.
Esos son, precisamente, los países que más interesan a quienes visitan el portal mequieroir.com, especializado en orientar a quienes desean irse a vivir al exterior. Esther Bermúdez, su fundadora y directora, señala que del país emigran precisamente los sectores medios capacitados.
"Los venezolanos que dan ese paso tienen por lo menos un título bajo el brazo, el dominio de un idioma extranjero y condiciones para establecerse con éxito en otras naciones".
Con ese perfil, muchos se plantean emigrar legalmente.
"Por eso escogen países que tienen políticas de emigración selectiva y muy baja densidad poblacional, como Canadá y Australia, aunque ellos tienen sus propias prioridades en cuanto al tipo de personas que desean acoger", dice Bermúdez. Quienes están decididos a dar el paso, contratan firmas legales de asesoría cuyo servicio puede costar aproximadamente 10.000 dólares.
Aunque no hay cifras oficiales de los venezolanos que se han ido del país, para Bermúdez está claro que es una tendencia que se ha acentuado en los últimos años. "En el año 2007 batimos récord de visitas en nuestro portal, pues pasamos de 20.000 a 60.000 visitas por día".
La más reciente encuesta nacional de Datanálisis, hecha en diciembre en un universo de 1.300 entrevistados, indica que 29% de los venezolanos piensa en emigrar del país. "Ha habido momentos en que el pico ha sido más alto, hasta 35%", señala Luis Vicente León, presidente de la encuestadora. De los que se declaran dispuestos a emigrar, 36% pertenece a la clase media o estrato C; y 25% a los estratos más pobres. "Los motivos principales que sustentan esa intención de emigrar suelen ser la inestabilidad política y la inseguridad. Aunque son los más pobres quienes la sufren, es la clase media la más sensible al tema", añade.
La demanda petrolera. Desde su oficina en las instalaciones de la compañía petrolera Shell, en Houston, Estados Unidos, Mariela Araujo cuenta que nunca le pasó por la mente irse a trabajar fuera de Venezuela. Hace sólo cuatro años era una investigadora de éxito en Intevep, el centro de desarrollo tecnológico de Petróleos de Venezuela. Sus cargos eran especialista mayor, jefa de proyecto y tutor de pericia, con la responsabilidad de vigilar el desarrollo profesional de alrededor de 20 personas.
Pero en 2003, cuando casi 20.000 empleados fueron expulsados de la industria petrolera, comenzó a reconsiderar su posición. Aunque ella no estaba en la lista de despedidos, todo el departamento con el que trabajaba sí salió de la empresa. "No era posible continuar la investigación que estaba haciendo en Intevep. Sólo podía permanecer si me dedicaba a otras cosas que tenían poco que ver con mi especialidad y que no eran de mi interés", relata.
Sin embargo, para ella, graduada summa cum laude en Física en la Universidad Central de Venezuela, con PhD en Mecánica Estadística en la Universidad de Boston (que obtuvo con una beca de Intevep en 1993) y una amplia experiencia en investigación, las oportunidades no tardaron en llegar. En principio, aceptó la oferta de dar clases en el Imperial College de Londres, y luego, atraída como está por el área de innovación, se mudó a Houston, donde se dedica, como lo hacía en el país, a buscar respuestas tecnológicas rentables para el aprovechamiento de los crudos pesados.
Un porcentaje del personal altamente capacitado que en 2003 trabajaba en la industria petrolera nacional está desperdigado por 32 países del mundo. La asociación Gente del petróleo recopiló información sobre esta población que ha optado por emigrar en el informe Exilio y confina miento de talento en Venezuela. Para ello encuestaron a 374 personas, de las cuales 29% se encuentran en Estados Unidos, 15% en México, 12% en Canadá y el resto en lugares que van desde Latinoamérica hasta el Golfo Pérsico.
Eddie Ramírez, presidente de esa organización, calcula que cerca de 10.000 trabajadores petroleros, la mitad de los expulsados de Pdvsa en 2003, se han radicado en ciudades del exterior. Sin embargo, no todos ellos, como lo demuestra el caso de Araujo, estuvieron en la nómina de los despedidos luego del paro, pero de igual modo las circunstancias los obligaron a irse. Es difícil calcular cuáles son las consecuencias económicas de esa emigración de talento. Ramírez señala que, de acuerdo con sus cálculos, el país perdió más de 21 millones de horas-hombre de adiestramiento.
Tendencia en ascenso. La emigración, no sólo de personal capacitado sino de la población en general, era un fenómeno prácticamente desconocido en el país hasta la década de los ochenta.
Anteriormente, la tendencia había sido exactamente la contraria.
A partir de 1983, ante evidentes signos de la crisis económica, el flujo migratorio se revirtió. Muchos de los inmigrantes calificados que había recibido el país, de Europa o del sur del continente, y que habían sido reclutados por universidades y centros de investigación nacionales, decidieron volver a sus países; mientras que otros, venezolanos, también hacían maletas. "Organismos como Fundayacucho y Conicit habían estado durante 35 a 40 años enviando gente a formarse afuera, en las principales líneas de pensamiento, pero luego, cuando llegaban a Venezuela, no encontraban ni el equipamiento, ni la infraestructura, ni los fondos para desarrollar la investigación para la que se habían preparado", comenta Iván de la Vega, quien ha analizado el tema en el IVIC y en el Cendes, de la UCV.
El 27 de febrero de 1989 fue un punto de inflexión en la curva de esa propensión nacional a migrar, añade, que se acentuó en la década de los noventa. Comenzó también a pesar en los jóvenes profesionales, particularmente en los científicos, la necesidad de establecerse en un lugar que brindara mejores condiciones de vida.
"Detectamos esa tendencia a la fuga en muchos profesionales que se habían formado con posgrados de Fundayacucho, en la medida en que había una degradación social y económica. Había un deterioro del sueldo del especialista, un rezago de los centros científicos en ciertas especialidades y faltó también una política de las instituciones para captar a ese personal de alta formación", admite José Domingo Mujica, quien presidió la Fundación Gran Mariscal de Ayacucho entre 1995 y 1998.
Para 2001, datos de la National Science Foundation de Estados Unidos señalaban que 8.800 venezolanos trabajaban en ese país en actividades relacionadas con la ciencia y la tecnología, más de 7.000 en empresas o industrias, 2.000 con grado de magíster y 800 con doctorado. La mayoría de ellos había obtenido la nacionalidad estadounidense y 3 de cada 10 tenía visa de residente. La cifra es muy superior a las 5.222 personas que en 2007 estaban registradas en el Programa de Promoción del Investigador del Ministerio de Ciencia y Tecnología.
Nuevas comunidades. España es uno de los países escogidos por los nuevos emigrantes. En 2007, según datos del Instituto Nacional de Estadística de ese país, el número de venezolanos residentes allí sumaba 51.261, cinco veces más que en 1999, cuando la cifra se ubicaba en 9.482. Los venezolanos, aunque están lejos de alcanzar las cifras de las colonias más importantes en el país ibérico, como la ecuatoriana o la colombiana, ya superan a los 41.000 cubanos registrados por las estadísticas.
Ya se reconocen lugares donde la colonia nacional se ha hecho notable, más allá de Florida, donde, según el censo oficial de 2006 hay 177.866 nacionales, lo que implica que la comunidad venezolana ha crecido 94% en esta década. Este porcentaje podría ser aún mayor porque, según cifras extraoficiales, los habitantes venezolanos en Florida suman cerca de 400.000.
La firma de inmigración Viva Australia calcula que en ese país residen 10.000 venezolanos, en ciudades como Melbourne, Adelaide y Sydney.
Ramírez señala que en México, los trabajadores petroleros venezolanos se han establecido principalmente en el D. F. y en ciudades como Villahermosa, Monterrey y Veracruz.
Los expulsados de la industria venezolana también se han establecido en naciones como Costa Rica o han sido captados por empresas de Qatar, Arabia Saudita, Emiratos Árabes, Marruecos, Malasia, Kazajistán, Angola, Nigeria y Sudán.
De la Vega señala que los despidos masivos de Pdvsa fueron uno de los elementos que disparó la curva de la emigración calificada en el país en los últimos años. "En Venezuela, el Estado es el principal empleador de científicos y sólo en 2003 la industria petrolera nacional botó a 18.756 trabajadores, que incluían desde técnicos hasta PhD. Era la mitad de los empleados de la industria. De Intevep se fue 60% de su personal".
El nacimiento de comunidades de venezolanos con formación especializada es uno de los síntomas del fenómeno. Cerca de 3.000 familias de nacionales –2.200 más que el año pasado– residen actualmente en Alberta, Canadá, uno de los tres enclaves de venezolanos que se reconocen en Norteamérica, junto con Weston, Florida, y Sugar Land, Texas, según los datos reflejados en un reportaje de Joel Millman para The Wall Street Journal. "Algunas personas en Alberta llaman a Evergreen, un complejo de viviendas en Calgary, `Venegreen’ debido a las 100 familias venezolanas que han comprado casas ahí".
Bermúdez señala que se trata de una emigración altamente calificada, pues se van con contratos que fijan ingresos superiores a 100.000 dólares anuales.
De acuerdo con las recomendaciones de la Unesco, que aconseja a los países tener un investigador por cada 1.000 habitantes, Venezuela debería contar con 28.000 científicos, por lo que, incluso en el mejor de los escenarios, hay un claro déficit en esta área. En el caso de los médicos, León Natera apunta que es notable, en los hospitales venezolanos, la falta de anestesiólogos, patólogos y neurocirujanos, especialistas que se han ido del país a alimentar los centros del exterior.
Difícil retorno. Ni el Ministerio de Ciencia ni el Ministerio de Relaciones Exteriores cuentan con programas para repatriar el talento, como lo han intentado Panamá o México. "El retorno de especialistas no se da si no hay una intervención del país. Se trata de algo más que las condiciones materiales, porque muchos sienten que hay desdén hacia su trabajo, que no son personas socialmente estimadas", indica Mujica.
Durante su administración, Fundayacucho emprendió el programa Pérez Bonalde, un intento de traer a dictar conferencias a científicos venezolanos de avanzada radicados en el exterior. La Fundación Talven (Talento Venezolano en el Exterior), fundada en 1995, ha hecho lo propio, aunque con modestos resultados.
En todo caso, esa vinculación es posible, incluso entre quienes se sintieron execrados por su posición política después del paro de 2003. Jesús Martínez, oficial de la marina mercante venezolana actualmente radicado en Barcelona, España, donde da clases en la Universidad Politécnica de Cataluña, intentó regresar a Venezuela en 2004, pero tenía el mercado laboral cerrado. A pesar de ello, afirma que está dispuesto a volver y transmitir los conocimientos que ha adquirido en el exterior. "Siempre le digo a mis alumnos que su país no me necesita, pero el mío sí".
Araujo también se ha mantenido vinculada a Venezuela.
"Siempre que puedo, trato de ir y dar clases a estudiantes de posgrado de la UCV, donde fui profesora durante un tiempo.
Yo no me considero un cerebro fugado, porque todos mis nexos familiares siguen allá".
Un puente de regreso, cree, siempre puede tenderse.
La emigración de venezolanos altamente calificados es un fenómeno que se ha hecho común en los últimos años. Científicos, médicos, profesionales de la industria petrolera y empresarios protagonizan una diáspora hacia otros países, a donde van huyendo de la inseguridad y de la inestabilidad política y económica.
A mediados del año pasado, el médico Freddy Rodríguez vivió una experiencia que le hizo cambiar el rumbo de su vida. Estaba dentro de su automóvil, esperando que avanzara una cola, cuando un hombre lo amenazó con un arma y le robó todas sus pertenencias y su confianza en que pudiera seguir viviendo en el país. Ese episodio le sirvió para tomar la decisión de irse al extranjero y abandonar Venezuela definitivamente para hacer su vida en otra parte. "Mientras me atracaban, nadie prestó atención a lo que me pasaba. Así como me robaron, igual hubieran podido matarme".
En cuestión de semanas obtuvo empleo en España, país en el que había estado en 2006, en Barcelona, para cumplir una pasantía del posgrado en Traumatología del Hospital San Juan de Dios de Caracas.
"Entonces, yo no pensaba en emigrar, porque todo mi proyecto de vida estaba en Venezuela". Firmó un contrato para comenzar a trabajar, a finales de enero, en Morón de la Frontera, Andalucía.
Rodríguez empaca sus cosas mientras finiquita los trámites de la visa de trabajo, pues tiene fecha de viaje para finales de mes. "En España hay un déficit de médicos, porque muchos profesionales se van a otros países europeos donde pagan mejor. El sitio adonde voy es un pueblo pequeño, muy distinto a una gran capital. Yo estoy claro que no voy a hacerme rico, sólo voy a vivir mejor, sin la angustia de perder la vida al salir a la calle. Un médico gana allá un mínimo de 3.000 euros (4.385 dólares), mientras aquí apenas devengamos el equivalente a 400 euros (584 dólares)".
El presidente de la Federación Médica, Douglas León Natera, afirma que el caso de Rodríguez no es una excepción, sino que se ha hecho algo cotidiano. "Todas las semanas firmamos entre 10 y 12 cartas de reciprocidad, un compromiso de cooperación entre los gremios médicos de otros países y de Venezuela".
De acuerdo con datos de la FMV, en los últimos dos años se han ido del país al menos 2.000 médicos, una cifra equivalente a la suma de los que egresan anualmente de todas las universidades. "Más de 1.200 médicos venezolanos han solicitado su ingreso al colegio de médicos español en los últimos cuatro años. También se van a Estados Unidos, Portugal, Australia y Canadá", añade.
Esos son, precisamente, los países que más interesan a quienes visitan el portal mequieroir.com, especializado en orientar a quienes desean irse a vivir al exterior. Esther Bermúdez, su fundadora y directora, señala que del país emigran precisamente los sectores medios capacitados.
"Los venezolanos que dan ese paso tienen por lo menos un título bajo el brazo, el dominio de un idioma extranjero y condiciones para establecerse con éxito en otras naciones".
Con ese perfil, muchos se plantean emigrar legalmente.
"Por eso escogen países que tienen políticas de emigración selectiva y muy baja densidad poblacional, como Canadá y Australia, aunque ellos tienen sus propias prioridades en cuanto al tipo de personas que desean acoger", dice Bermúdez. Quienes están decididos a dar el paso, contratan firmas legales de asesoría cuyo servicio puede costar aproximadamente 10.000 dólares.
Aunque no hay cifras oficiales de los venezolanos que se han ido del país, para Bermúdez está claro que es una tendencia que se ha acentuado en los últimos años. "En el año 2007 batimos récord de visitas en nuestro portal, pues pasamos de 20.000 a 60.000 visitas por día".
La más reciente encuesta nacional de Datanálisis, hecha en diciembre en un universo de 1.300 entrevistados, indica que 29% de los venezolanos piensa en emigrar del país. "Ha habido momentos en que el pico ha sido más alto, hasta 35%", señala Luis Vicente León, presidente de la encuestadora. De los que se declaran dispuestos a emigrar, 36% pertenece a la clase media o estrato C; y 25% a los estratos más pobres. "Los motivos principales que sustentan esa intención de emigrar suelen ser la inestabilidad política y la inseguridad. Aunque son los más pobres quienes la sufren, es la clase media la más sensible al tema", añade.
La demanda petrolera. Desde su oficina en las instalaciones de la compañía petrolera Shell, en Houston, Estados Unidos, Mariela Araujo cuenta que nunca le pasó por la mente irse a trabajar fuera de Venezuela. Hace sólo cuatro años era una investigadora de éxito en Intevep, el centro de desarrollo tecnológico de Petróleos de Venezuela. Sus cargos eran especialista mayor, jefa de proyecto y tutor de pericia, con la responsabilidad de vigilar el desarrollo profesional de alrededor de 20 personas.
Pero en 2003, cuando casi 20.000 empleados fueron expulsados de la industria petrolera, comenzó a reconsiderar su posición. Aunque ella no estaba en la lista de despedidos, todo el departamento con el que trabajaba sí salió de la empresa. "No era posible continuar la investigación que estaba haciendo en Intevep. Sólo podía permanecer si me dedicaba a otras cosas que tenían poco que ver con mi especialidad y que no eran de mi interés", relata.
Sin embargo, para ella, graduada summa cum laude en Física en la Universidad Central de Venezuela, con PhD en Mecánica Estadística en la Universidad de Boston (que obtuvo con una beca de Intevep en 1993) y una amplia experiencia en investigación, las oportunidades no tardaron en llegar. En principio, aceptó la oferta de dar clases en el Imperial College de Londres, y luego, atraída como está por el área de innovación, se mudó a Houston, donde se dedica, como lo hacía en el país, a buscar respuestas tecnológicas rentables para el aprovechamiento de los crudos pesados.
Un porcentaje del personal altamente capacitado que en 2003 trabajaba en la industria petrolera nacional está desperdigado por 32 países del mundo. La asociación Gente del petróleo recopiló información sobre esta población que ha optado por emigrar en el informe Exilio y confina miento de talento en Venezuela. Para ello encuestaron a 374 personas, de las cuales 29% se encuentran en Estados Unidos, 15% en México, 12% en Canadá y el resto en lugares que van desde Latinoamérica hasta el Golfo Pérsico.
Eddie Ramírez, presidente de esa organización, calcula que cerca de 10.000 trabajadores petroleros, la mitad de los expulsados de Pdvsa en 2003, se han radicado en ciudades del exterior. Sin embargo, no todos ellos, como lo demuestra el caso de Araujo, estuvieron en la nómina de los despedidos luego del paro, pero de igual modo las circunstancias los obligaron a irse. Es difícil calcular cuáles son las consecuencias económicas de esa emigración de talento. Ramírez señala que, de acuerdo con sus cálculos, el país perdió más de 21 millones de horas-hombre de adiestramiento.
Tendencia en ascenso. La emigración, no sólo de personal capacitado sino de la población en general, era un fenómeno prácticamente desconocido en el país hasta la década de los ochenta.
Anteriormente, la tendencia había sido exactamente la contraria.
A partir de 1983, ante evidentes signos de la crisis económica, el flujo migratorio se revirtió. Muchos de los inmigrantes calificados que había recibido el país, de Europa o del sur del continente, y que habían sido reclutados por universidades y centros de investigación nacionales, decidieron volver a sus países; mientras que otros, venezolanos, también hacían maletas. "Organismos como Fundayacucho y Conicit habían estado durante 35 a 40 años enviando gente a formarse afuera, en las principales líneas de pensamiento, pero luego, cuando llegaban a Venezuela, no encontraban ni el equipamiento, ni la infraestructura, ni los fondos para desarrollar la investigación para la que se habían preparado", comenta Iván de la Vega, quien ha analizado el tema en el IVIC y en el Cendes, de la UCV.
El 27 de febrero de 1989 fue un punto de inflexión en la curva de esa propensión nacional a migrar, añade, que se acentuó en la década de los noventa. Comenzó también a pesar en los jóvenes profesionales, particularmente en los científicos, la necesidad de establecerse en un lugar que brindara mejores condiciones de vida.
"Detectamos esa tendencia a la fuga en muchos profesionales que se habían formado con posgrados de Fundayacucho, en la medida en que había una degradación social y económica. Había un deterioro del sueldo del especialista, un rezago de los centros científicos en ciertas especialidades y faltó también una política de las instituciones para captar a ese personal de alta formación", admite José Domingo Mujica, quien presidió la Fundación Gran Mariscal de Ayacucho entre 1995 y 1998.
Para 2001, datos de la National Science Foundation de Estados Unidos señalaban que 8.800 venezolanos trabajaban en ese país en actividades relacionadas con la ciencia y la tecnología, más de 7.000 en empresas o industrias, 2.000 con grado de magíster y 800 con doctorado. La mayoría de ellos había obtenido la nacionalidad estadounidense y 3 de cada 10 tenía visa de residente. La cifra es muy superior a las 5.222 personas que en 2007 estaban registradas en el Programa de Promoción del Investigador del Ministerio de Ciencia y Tecnología.
Nuevas comunidades. España es uno de los países escogidos por los nuevos emigrantes. En 2007, según datos del Instituto Nacional de Estadística de ese país, el número de venezolanos residentes allí sumaba 51.261, cinco veces más que en 1999, cuando la cifra se ubicaba en 9.482. Los venezolanos, aunque están lejos de alcanzar las cifras de las colonias más importantes en el país ibérico, como la ecuatoriana o la colombiana, ya superan a los 41.000 cubanos registrados por las estadísticas.
Ya se reconocen lugares donde la colonia nacional se ha hecho notable, más allá de Florida, donde, según el censo oficial de 2006 hay 177.866 nacionales, lo que implica que la comunidad venezolana ha crecido 94% en esta década. Este porcentaje podría ser aún mayor porque, según cifras extraoficiales, los habitantes venezolanos en Florida suman cerca de 400.000.
La firma de inmigración Viva Australia calcula que en ese país residen 10.000 venezolanos, en ciudades como Melbourne, Adelaide y Sydney.
Ramírez señala que en México, los trabajadores petroleros venezolanos se han establecido principalmente en el D. F. y en ciudades como Villahermosa, Monterrey y Veracruz.
Los expulsados de la industria venezolana también se han establecido en naciones como Costa Rica o han sido captados por empresas de Qatar, Arabia Saudita, Emiratos Árabes, Marruecos, Malasia, Kazajistán, Angola, Nigeria y Sudán.
De la Vega señala que los despidos masivos de Pdvsa fueron uno de los elementos que disparó la curva de la emigración calificada en el país en los últimos años. "En Venezuela, el Estado es el principal empleador de científicos y sólo en 2003 la industria petrolera nacional botó a 18.756 trabajadores, que incluían desde técnicos hasta PhD. Era la mitad de los empleados de la industria. De Intevep se fue 60% de su personal".
El nacimiento de comunidades de venezolanos con formación especializada es uno de los síntomas del fenómeno. Cerca de 3.000 familias de nacionales –2.200 más que el año pasado– residen actualmente en Alberta, Canadá, uno de los tres enclaves de venezolanos que se reconocen en Norteamérica, junto con Weston, Florida, y Sugar Land, Texas, según los datos reflejados en un reportaje de Joel Millman para The Wall Street Journal. "Algunas personas en Alberta llaman a Evergreen, un complejo de viviendas en Calgary, `Venegreen’ debido a las 100 familias venezolanas que han comprado casas ahí".
Bermúdez señala que se trata de una emigración altamente calificada, pues se van con contratos que fijan ingresos superiores a 100.000 dólares anuales.
De acuerdo con las recomendaciones de la Unesco, que aconseja a los países tener un investigador por cada 1.000 habitantes, Venezuela debería contar con 28.000 científicos, por lo que, incluso en el mejor de los escenarios, hay un claro déficit en esta área. En el caso de los médicos, León Natera apunta que es notable, en los hospitales venezolanos, la falta de anestesiólogos, patólogos y neurocirujanos, especialistas que se han ido del país a alimentar los centros del exterior.
Difícil retorno. Ni el Ministerio de Ciencia ni el Ministerio de Relaciones Exteriores cuentan con programas para repatriar el talento, como lo han intentado Panamá o México. "El retorno de especialistas no se da si no hay una intervención del país. Se trata de algo más que las condiciones materiales, porque muchos sienten que hay desdén hacia su trabajo, que no son personas socialmente estimadas", indica Mujica.
Durante su administración, Fundayacucho emprendió el programa Pérez Bonalde, un intento de traer a dictar conferencias a científicos venezolanos de avanzada radicados en el exterior. La Fundación Talven (Talento Venezolano en el Exterior), fundada en 1995, ha hecho lo propio, aunque con modestos resultados.
En todo caso, esa vinculación es posible, incluso entre quienes se sintieron execrados por su posición política después del paro de 2003. Jesús Martínez, oficial de la marina mercante venezolana actualmente radicado en Barcelona, España, donde da clases en la Universidad Politécnica de Cataluña, intentó regresar a Venezuela en 2004, pero tenía el mercado laboral cerrado. A pesar de ello, afirma que está dispuesto a volver y transmitir los conocimientos que ha adquirido en el exterior. "Siempre le digo a mis alumnos que su país no me necesita, pero el mío sí".
Araujo también se ha mantenido vinculada a Venezuela.
"Siempre que puedo, trato de ir y dar clases a estudiantes de posgrado de la UCV, donde fui profesora durante un tiempo.
Yo no me considero un cerebro fugado, porque todos mis nexos familiares siguen allá".
Un puente de regreso, cree, siempre puede tenderse.
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