Estoy feliz porque me burlé de las FARC
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La historia de su vida es un reflejo del calvario que viven muchos colombianos: permaneció seis años secuestrado por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y por el azar o por "el amor de Dios" -como él cree- pudo escapar el 31 de diciembre de 2006.
"Con un día de secuestro, tu vida cambia, con seis años, nunca vuelve a ser la misma", comenta el hoy ministro de Relaciones Exteriores de Colombia.
Cuando se cumple un año de haber sido hallado el 5 de enero de 2007, Araújo cuenta a El Universal esos detalles que por un tiempo guardó para sí.
"Lo mejor para aquellos que aún permanecen como rehenes es tener fuerza y, sobre todo, nunca perder las esperanzas; les pido eso", afirma un Araújo sereno y sin tormentos, como se describe en estos momentos.
El 31 de diciembre de 2006 pudo escapar de las FARC luego de un enfrentamiento de los rebeldes con el Ejército colombiano.
"Muchas veces pensé en escapar, pero si no lo hacía en ese momento habría muerto". Cuando fue capturado el 22 de julio de 2000 por el frente 37 de las FARC, Araújo terminaba su caminata rutinaria: "nunca pensé que estaría secuestrado por seis años".
Por ese largo tiempo la selva fue "su primer, segundo y tercer hogar. Dormía en una caleta de 3x3, con mi hamaca, y así estaba, entre lluvia y sol".
Todos los días sobre su mente pasaba una que otra posibilidad de ser libre: un lunes el intercambio humanitario. El martes una operación militar. El miércoles una liberación voluntaria. El jueves huir, pero el viernes, todo se sumaba y nada ocurría.
En sus primeros siete meses la guerrilla lo mantuvo amarrado, pero luego sin cadenas al cuerpo "desarrolló una rutina" para no caer en la desesperación. "Hacía ejercicios, trataba de no pensar en cómo vivía, escuchaba la radio porque los días son eternos, aburridos".
Araújo fue "afortunado": el frente que lo custodiaba le dio un radio. Así se enteraba de lo que ocurría, de los días, de las horas y del año. Escuchaba los mensajes de su familia: "mi fuerza dependió de ese aparato".
En los campamentos donde habitaba, que variaron de semana en semana, los rebeldes se dedicaban a formarse: "leían sobre doctrina marxista, discutían sobre la lucha de clases, contaban lo que hacían de pequeños, hablaban de sus ataques, planificaban los bombardeos".
A don Fernando, como le llamaban sus captores (entre 15 y 20 guerrilleros), muy poco le dirigían la palabra porque les estaba prohibido, pero cuando lo hacían, las discusiones giraban "por reivindicar lo que hacían. Son gente de poca cultura, que desconocen la realidad de las cosas, no saben qué es la vida".
"Le conté al presidente Hugo Chávez -relata- que cada vez que los guerrilleros escuchaban alguna de sus alocuciones por radio, todos se reunían y aplaudían. Lanzaban vítores, se emocionaban mucho. Le tienen una gran simpatía".
Durante su secuestro, Araújo nunca tuvo contacto con otras víctimas. La zona en la que se hallaba, Montes de María, en el departamento de Bolívar, estaba aislada de otros campos para rehenes.
Sin regalos, villancicos o la cumbia de su Cartagena natal, la tarde del 31 de diciembre el Ejército y los rebeldes iniciaron un fuerte ataque en la zona en el que murieron seis rebeldes, por lo que Araújo pudo escapar:
"Vi que un helicóptero venía a atacar, estaba cerca del campamento. Pensé: o me voy o me matan aquí mismo", dice acelerando su tono de voz.
Con la tierra húmeda y la maleza crecida, Fernando Araújo Perdomo huyó. Trató de alimentarse de las aguas del río o de lo que encontrara en la selva. Finalmente el viernes 5 de enero de 2007 encontró un corregimiento militar en el municipio San Juan Nepomuceno, de Bolívar. "Pesaba 55 kilos, estaba mal, pero feliz".
"No puedo describirles mi alegría. Estaba vivo, me pude burlar de mis captores", relata ahora Araújo emocionado, y quien dice no guardar rencor a sus secuestradores, a las FARC.
"Más que rabia, les tengo lástima". Durante su plagio escribió 40 cosas que quería hacer estando libre: "Ya he comenzando a construirlas".
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