domingo, 10 de febrero de 2008

Cuba y la democracia llegada de Venezuela

CUBA Y LA DEMOCRACIA
Antonio Sánchez García
Via-----> Noticias24

En su más reciente estadía en Venezuela, el pensador mexicano Enrique Krauze vaticinó muy importantes e inmediatos efectos regionales provocados por la lucha libertaria que libramos los demócratas venezolanos – con el estudiantado a la vanguardia –contra el totalitarismo del proyecto socialista de Hugo Chávez. El impacto recibido por la calidad intelectual y política de jóvenes dirigentes universitarios como Yon Goycoechea, Stalin González y Ricardo Sánchez lo llevó a afirmar que la calidad de nuestro joven liderazgo y la naturaleza absolutamente novedosa de sus ideas y su praxis – que introducía elementos hasta hoy desconocidos o menospreciados entre el estudiantado latinoamericano, como la defensa de la libertad individual y pública frente al efecto totalitario del estatismo socializante y la paz y la solidaridad frente a la violencia – lo condujo a concluir que mucho más temprano que tarde Cuba, México, Centroamérica y el resto de nuestra región serían sacudidos por el tsunami que estaba emergiendo en Venezuela.

No han pasado dos meses desde esa atrevida predicción, y ya se ven sus demoledores efectos políticos. Jóvenes estudiantes cubanos se han atrevido a denunciar ante uno de los jerarcas de la revolución cubana la falta de libertades básicas como el derecho a expresarse, a conocer y a elegir a verdaderos líderes y no a figurones del régimen y a poder salir de la isla sin cortapisas ni prohibiciones insultantes. Más aún: se han atrevido a denunciar la miseria imperante entre quienes llevan medio siglo esperando por el cumplimiento de las promesas de prosperidad con que Fidel Castro se apoderara del Poder.

Tales actos de denuncia, que hace nada hubieran supuesto un encarcelamiento inmediato, terribles torturas y condenas, incluso la muerte, no son posibles si no es porque expresan un sentimiento mayoritario de la población cubana y están respaldados por los millones de seres que ya no resisten un día más de ignominia, de persecución, de pobreza y miseria. Cuba, basta imaginárselo a partir de tales denuncias, debe hervir de descontento. El poder político debe haber comenzado a comprender que si no abre rápidamente sus válvulas de seguridad, el estallido podría alcanzar proporciones inimaginables. Con un costo difícilmente aceptable por las actuales autoridades. Mucho más aún luego de la inminente desaparición del patriarca, último recurso del régimen para sostenerse en pie.

Es innegable una dialéctica de permisividad y espontaneismo en los actos que comentamos. Raúl Castro sabe que muerto su hermano, la única opción que le resta a la Nomenclatura para mantenerse en vida es liberar los controles y permitir canales de expresión y desfogue a la población largamente reprimida. Lo que ni siquiera Raúl Castro puede prever, es la dimensión y envergadura de las reacciones que la muerte de Castro provocará entre quienes llevan medio siglo de sufrimientos, sin otra recompensa que un nacionalismo cuaternario, racionamiento, inmovilidad y miseria.

Pero es innegable, asimismo, el efecto contraproducente que la traída de más de cien mil cubanos a Venezuela durante estos nueve años de chavismo habrá tenido en Cuba. El efecto contagioso ha sido contrario al buscado por las autoridades de ambos países: no ha sido Venezuela la que se ha contagiado de revolución. Ha sido Cuba la que ha recibido una dosis mortal de democratismo, libre mercado y libertad.

De allí el apuro de los trovadores en ponerse a tono con los nuevos tiempos. Que un dinosaurio del epopeyismo del 26 de julio como Silvio Rodríguez venga hoy a pronunciarse por la libertad de movimientos, expresa la hondura del reclamo popular y juvenil que debe estar sacudiendo a los barrios cubanos. Bien podría entonar su vieja canción, adoptada a la verdad de los nuevos tiempos: “La era está pariendo un corazón. No puede más, se muere de dolor”. ¡Quién lo hubiera creído!

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