Si quieres salir de Chávez, busca otra oposición
Por Alejandro Peña Esclusa
El año pasado, Chávez intentó dar un golpe de Estado, cuando quiso reformar la Constitución ilegalmente, cometiendo así un grave delito. La reforma se impidió no porque haya habido un “triunfo electoral”, manejado por un CNE imparcial, como alegan los líderes de oposición; sino por la presión popular –la amenaza de salir masivamente a la calle– y la subsiguiente crisis militar.
Posteriormente, Chávez inició una campaña para legitimar y darle poder político a las FARC, organización narcoterrorista que no sólo comete crímenes de lesa humanidad en Colombia, sino también en nuestro territorio, al secuestrar, extorsionar y asesinar compatriotas venezolanos.
Pese a todo, los principales partidos políticos se encaminan tranquila y alegremente a hacia las elecciones regionales, en lugar de buscar la salida de Chávez este mismo año, mediante acciones democráticas y constitucionales. De esta forma, los líderes opositores proporcionan un segundo aire a Chávez –como lo han hecho siempre– para que continúe destruyendo el país y para que siga dilapidando nuestros recursos en la expansión de su proyecto.
Como consecuencia de esta actitud inmoral e irresponsable, las siete plagas que se han venido incubando durante nueve años de mal gobierno –hiperinflación, desabastecimiento, inseguridad, corrupción, epidemias, anarquía y explosión social– se convertirán en los próximos meses en terribles monstruos, que cobrarán vida propia, siendo imposibles de detener.
El panorama es idéntico al de una tragedia clásica, en la que grandes momentos históricos encuentran pequeños líderes, incapaces de lidiar con la situación, porque están maniatados por sus ambiciones o por sus debilidades.
Dramaturgos clásicos como Shakespeare o Schiller nos presentan las situaciones de Otelo, Macbeth o Hamlet, no sólo para entretenernos, sino para advertirnos de lo que ocurre con una sociedad cuando sus líderes no dan la talla. Pero también nos presentan obras épicas, como Enrique V o Guillermo Tell, en las que muestran las bondades de contar con líderes capaces de actuar con fuerza, moralidad y determinación.
Nuestra situación se asemeja a la emergencia vivida por jóvenes que hace poco volaban a Margarita. El piloto se desmayó y uno de ellos tomó el control, para salvar la vida de sus amigos y la suya propia. Igual ocurre con los “pilotos” de la oposición que –salvo honrosas excepciones– no dan la talla para conducir la nación. La emergencia histórica requiere de nuevos actores que asuman el control político.
La sociedad civil tendrá que proporcionar estadistas y gobernantes capaces de reconstruir la nación y de encadenar a los siete monstruos que se avecinan. Pero no puede esperarse a que estalle la crisis para formarlos, hay que comenzar hoy mismo. Ese es el reto del 2008.
El año pasado, Chávez intentó dar un golpe de Estado, cuando quiso reformar la Constitución ilegalmente, cometiendo así un grave delito. La reforma se impidió no porque haya habido un “triunfo electoral”, manejado por un CNE imparcial, como alegan los líderes de oposición; sino por la presión popular –la amenaza de salir masivamente a la calle– y la subsiguiente crisis militar.
Posteriormente, Chávez inició una campaña para legitimar y darle poder político a las FARC, organización narcoterrorista que no sólo comete crímenes de lesa humanidad en Colombia, sino también en nuestro territorio, al secuestrar, extorsionar y asesinar compatriotas venezolanos.
Pese a todo, los principales partidos políticos se encaminan tranquila y alegremente a hacia las elecciones regionales, en lugar de buscar la salida de Chávez este mismo año, mediante acciones democráticas y constitucionales. De esta forma, los líderes opositores proporcionan un segundo aire a Chávez –como lo han hecho siempre– para que continúe destruyendo el país y para que siga dilapidando nuestros recursos en la expansión de su proyecto.
Como consecuencia de esta actitud inmoral e irresponsable, las siete plagas que se han venido incubando durante nueve años de mal gobierno –hiperinflación, desabastecimiento, inseguridad, corrupción, epidemias, anarquía y explosión social– se convertirán en los próximos meses en terribles monstruos, que cobrarán vida propia, siendo imposibles de detener.
El panorama es idéntico al de una tragedia clásica, en la que grandes momentos históricos encuentran pequeños líderes, incapaces de lidiar con la situación, porque están maniatados por sus ambiciones o por sus debilidades.
Dramaturgos clásicos como Shakespeare o Schiller nos presentan las situaciones de Otelo, Macbeth o Hamlet, no sólo para entretenernos, sino para advertirnos de lo que ocurre con una sociedad cuando sus líderes no dan la talla. Pero también nos presentan obras épicas, como Enrique V o Guillermo Tell, en las que muestran las bondades de contar con líderes capaces de actuar con fuerza, moralidad y determinación.
Nuestra situación se asemeja a la emergencia vivida por jóvenes que hace poco volaban a Margarita. El piloto se desmayó y uno de ellos tomó el control, para salvar la vida de sus amigos y la suya propia. Igual ocurre con los “pilotos” de la oposición que –salvo honrosas excepciones– no dan la talla para conducir la nación. La emergencia histórica requiere de nuevos actores que asuman el control político.
La sociedad civil tendrá que proporcionar estadistas y gobernantes capaces de reconstruir la nación y de encadenar a los siete monstruos que se avecinan. Pero no puede esperarse a que estalle la crisis para formarlos, hay que comenzar hoy mismo. Ese es el reto del 2008.
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