La Trampa
Ana Julia Jatar
El Presidente de Colombia cometió un grave error al escoger a Chávez como mediador ante las FARC para la liberación de rehenes.
Un mediador debe reunir ciertas condiciones que son totalmente ajenas a la personalidad, al proyecto y a la formación del Presidente de Venezuela. El mediador debe ser ante todo imparcial, objetivo y capaz de guardar confidencias. Ninguna de estas condiciones las cumple Chávez, quien más bien ha hecho amplio despliegue de las características contrarias. Por ello, de supuesto mediador se ha convertido en el vocero más estridente y efectivo de la guerrilla colombiana. Gracias a él, los terroristas de las FARC han logrado una visibilidad internacional como nunca antes la habían tenido. Los noticieros del mundo se hicieron eco de la liberación novelesca de Clara Rojas y Consuelo González. La calificaron como un triunfo del Presidente venezolano y de su influencia sobre las FARC. Si bien esto no debe ser visto como un triunfo de nadie sino como una tragedia de muchos, esta triste realidad ha traído vulnerabilidades imprevistas para el Palacio de Nariño que requieren atención.
La primera vulnerabilidad es que el Gobierno de Colombia ha dejado de tener el monopolio de las negociaciones con las FARC. Ahora las comparte con un Hugo Chávez que las reconoce como fuerzas beligerantes. Como ya quedó comprobado que lo que es bueno para Hugo Chávez es bueno para la guerrilla colombiana, éste tiene mayores posibilidades de liberar secuestrados que Uribe.
En segundo lugar y como consecuencia de lo anterior, se hace inevitable la constante inherencia del Gobierno venezolano en los asuntos internos de Colombia. En efecto, para que las FARC se beneficien de una negociación de rehenes promovida por Chávez, tendrían que recibir algo a cambio del Gobierno de Colombia. Por ejemplo, la petición de reconocerlas como fuerza beligerante ha sido considerada por la sociedad colombiana como una intromisión inaceptable de Venezuela.
En fin, para su pesar, los colombianos han sido contagiados de la insoportable zozobra bolivariana a la que nos tiene sometidos nuestro Presidente.
Todos los días Chávez arremete, confronta o simplemente insulta al pueblo vecino. Uribe por su parte, se encuentra en una difícil situación y no saldrá de ella sin perder algo. La cancillería venezolana lo acusa de no estar comprometido con la liberación de los rehenes. En otras palabras, el mensaje que viene de Miraflores es el siguiente: si las FARC liberan a los rehenes es por la buena voluntad de Chávez y si no se logra nada es porque a Uribe no le importan las vidas de sus conciudadanos. Esa es la trampa. Si no le sigue el juego a Chávez, Uribe queda como el malo de la película y si muestra deseos de colaboración puede comprometer la propia supervivencia del Estado. Nariño no puede permitir que Chávez le construya un caballo de Troya bolivariano en plena selva colombiana.
Uribe debe salirse de la trampa y no ceder ante las amenazas de Chávez. Es el momento de recordar que una sociedad sólo puede defenderse contra el terrorismo si es capaz de galvanizarse tras un mensaje de rechazo, condena y desprecio. El fin no justifica los medios y en el caso de las FARC ni siquiera el fin existe. Por otra parte, desde el Palacio de Nariño se le debe recordar al Gobierno venezolano que si el tema de los rehenes nos separa hay muchos otros que nos unen. Por ejemplo, sin los alimentos que nos vienen de Colombia la ineficiencia e incapacidad del Gobierno venezolano quedaría al desnudo.
El Presidente de Colombia cometió un grave error al escoger a Chávez como mediador ante las FARC para la liberación de rehenes.
Un mediador debe reunir ciertas condiciones que son totalmente ajenas a la personalidad, al proyecto y a la formación del Presidente de Venezuela. El mediador debe ser ante todo imparcial, objetivo y capaz de guardar confidencias. Ninguna de estas condiciones las cumple Chávez, quien más bien ha hecho amplio despliegue de las características contrarias. Por ello, de supuesto mediador se ha convertido en el vocero más estridente y efectivo de la guerrilla colombiana. Gracias a él, los terroristas de las FARC han logrado una visibilidad internacional como nunca antes la habían tenido. Los noticieros del mundo se hicieron eco de la liberación novelesca de Clara Rojas y Consuelo González. La calificaron como un triunfo del Presidente venezolano y de su influencia sobre las FARC. Si bien esto no debe ser visto como un triunfo de nadie sino como una tragedia de muchos, esta triste realidad ha traído vulnerabilidades imprevistas para el Palacio de Nariño que requieren atención.
La primera vulnerabilidad es que el Gobierno de Colombia ha dejado de tener el monopolio de las negociaciones con las FARC. Ahora las comparte con un Hugo Chávez que las reconoce como fuerzas beligerantes. Como ya quedó comprobado que lo que es bueno para Hugo Chávez es bueno para la guerrilla colombiana, éste tiene mayores posibilidades de liberar secuestrados que Uribe.
En segundo lugar y como consecuencia de lo anterior, se hace inevitable la constante inherencia del Gobierno venezolano en los asuntos internos de Colombia. En efecto, para que las FARC se beneficien de una negociación de rehenes promovida por Chávez, tendrían que recibir algo a cambio del Gobierno de Colombia. Por ejemplo, la petición de reconocerlas como fuerza beligerante ha sido considerada por la sociedad colombiana como una intromisión inaceptable de Venezuela.
En fin, para su pesar, los colombianos han sido contagiados de la insoportable zozobra bolivariana a la que nos tiene sometidos nuestro Presidente.
Todos los días Chávez arremete, confronta o simplemente insulta al pueblo vecino. Uribe por su parte, se encuentra en una difícil situación y no saldrá de ella sin perder algo. La cancillería venezolana lo acusa de no estar comprometido con la liberación de los rehenes. En otras palabras, el mensaje que viene de Miraflores es el siguiente: si las FARC liberan a los rehenes es por la buena voluntad de Chávez y si no se logra nada es porque a Uribe no le importan las vidas de sus conciudadanos. Esa es la trampa. Si no le sigue el juego a Chávez, Uribe queda como el malo de la película y si muestra deseos de colaboración puede comprometer la propia supervivencia del Estado. Nariño no puede permitir que Chávez le construya un caballo de Troya bolivariano en plena selva colombiana.
Uribe debe salirse de la trampa y no ceder ante las amenazas de Chávez. Es el momento de recordar que una sociedad sólo puede defenderse contra el terrorismo si es capaz de galvanizarse tras un mensaje de rechazo, condena y desprecio. El fin no justifica los medios y en el caso de las FARC ni siquiera el fin existe. Por otra parte, desde el Palacio de Nariño se le debe recordar al Gobierno venezolano que si el tema de los rehenes nos separa hay muchos otros que nos unen. Por ejemplo, sin los alimentos que nos vienen de Colombia la ineficiencia e incapacidad del Gobierno venezolano quedaría al desnudo.
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